
Nuestras culturas se manifiestan en las comidas. Según la tradición boliviana, el 1 de noviembre las almas o ajayu descienden a la tierra para compartir y disfrutar con sus familiares y amigos un rico festín, y será recordada cómo fue la vida del difunto.
En realidad, nuestros ancestros conmemoraban el “’Día de los Muertos”, pero con la llegada de los colonizadores españoles, hoy se denomina “Fiesta de Todos los Santos”.
En todas las casas montan un altar con fotografías de los familiares muertos, velas, bandejas con frutas, dulces, masitas preparadas especialmente para este día junto con diferentes platillos, que eran los preferidos de los difuntos; también se acostumbra colocar un vaso de agua o de las bebidas predilectas, como chicha de maíz, chicha morada o Caimán. Mientras esperan el mediodía, acullican hojas de coca
Al mediodía, se encienden las velas y todos sentados frente al altar reciben a las almas y narran lo que ha sucedido durante el año. Se realizan rezos o cantos en memoria de los difuntos. Luego, en variaos hogares de Cochabamba, se acostumbra almorzar disfrutando los platillos preparados en honor a los difuntos, siguiendo la tradición de las culturas prehispánica.
Entre los platillos, elaborados para esta ceremonia, está el Mondongo chuquisaqueño, preparado con carne de cerdo, ají amarillo, mote de maíz y ají rojo; ají de Achacana; cuy horneado; chupe de camarones; croquetas de verduras y empanadas de lacayote. No faltan los postres, como dulces de caramelo, suspiros, escaleras de pan dulce; también están presente las frutas como la uva, manzanas y otras.