La existencia de estas viejas cepas y los antiguos métodos de viticultura dan una idea de la larga historia del vino en Bolivia. El primer capítulo de la historia del vino boliviano fue durante la época colonial cuando la vid se extendió por todo el continente, y las vides fueron plantadas por primera vez en Bolivia en la década de 1560 por los misioneros españoles. Las primeras vides que llegaron al continente fueron las variedades criollas, sobre todo la Negra Criolla (también conocida como País, Criolla Chica, la uva de las misiones) y la Moscatel de Alejandría.
Aunque el clima tropical boliviano resultaba difícil en algunas regiones, las llanuras de gran altitud más secas de la cordillera andina eran perfectamente aptas para la viticultura. El auge económico de Bolivia estimula la producción de vino y da lugar al singani. En 1545 se produjo un importante descubrimiento: el Cerro Rico de Potosí.
La modernización de la industria vitivinícola y de la producción de singani fue lenta y solo a finales del siglo XX la tecnología europea comenzó a infiltrarse en las regiones vitivinícolas bolivianas. La producción comenzó a pasar de una escala artesanal a una más comercial (aunque nada comparado con los vecinos Chile y Argentina). Hacia finales de los años 70, las variedades de uva europeas empezaron a plantarse a mayor escala y la industria vinícola se concentró en el valle de Tarija, en el sur de Bolivia. Así que, no les extrañes, amigos extranjeros, si se topan con un muy buen vino boliviano.