La producción de café en Bolivia se remonta a la década de 1880. Durante muchos años, la mayoría de las explotaciones cafeteras fueron propiedad de ricos terratenientes, hasta que una reforma impulsada por el gobierno en 1991 hizo que se redistribuyeran pequeñas parcelas de tierra.
Bolivia tiene las condiciones perfectas para producir un gran café, pero durante muchos años la calidad fue muy pobre. Esto se debía en gran medida a la combinación de la falta de infraestructuras y la difícil geografía del país. En el pasado, los productores despulpaban el café en sus fincas y lo transportaban a estaciones de procesamiento centralizadas, situadas lejos de las zonas productoras. A menudo, el café (que aún estaba húmedo) quedaba expuesto a temperaturas extremas y cambiantes mientras se transportaba a través de diferentes altitudes y condiciones climáticas en su largo y sinuoso viaje a través de las montañas.
No fue hasta hace poco más de una década que se empezó a producir café de calidad en Bolivia. Esto fue impulsado por programas financiados por Estados Unidos (curiosamente, como parte de su campaña antidroga), que incluían la construcción de estaciones de lavado de café y el acceso de los agricultores a instalaciones de formación y asistencia financiera. La llegada del programa Taza de la Excelencia en 2004 también contribuyó en gran medida a impulsar la industria y a elevar el perfil del café boliviano. Gracias a estas iniciativas, empezaron a surgir productores preocupados por la calidad y, con ellos, algunos cafés espectaculares.